|🍃|
¿El amor consiste de
sólo palabras y caricias dulces o de también acciones?, ¿El amor se comprueba
con acciones o importan más las palabras?
¿Y qué haces cuando no
tienes ni las palabras y las acciones no hablan bien de tus verdaderos
sentimientos?
Él siempre me robo las pocas palabras que tenía.
Siempre fue como un ladrón, desde la primera vez que le vi me quede sin
palabras a causa de mi timidez. En cambio él, él siempre fue un hablador.
Hablaba hasta por los codos aun si no hablaba a la perfección el idioma y
te contaba del universo en una sola tarde si le dejabas, lo digo por
experiencia, al siguiente día de haberle conocido me lo enseño, más sin
embargo, aquella tarde, yo encontré a un verdadero amigo.
Mi amigo Alexby no mentía cuando dijo que él era un total confianzudo. En
aquella fiesta de bienvenida que le hicieron sus amigos tras aterrizar de un
vuelo sin retorno proveniente de Noruega, él llego conmigo a platicar como si
me conociera de toda la vida. En el fondo a veces pienso que también se acercó
conmigo porque yo era el único tonto con el que pudo comenzar a practicar su
nuevo acento ya que yo estaba en un sillón comiendo chuches y viendo a los
demás bailar desde una esquina, eso o quizás también lo hizo porque él era el
anfitrión y no quería verme solo, la verdad es que no supe la razón con
exactitud.
En algún momento de mi vida llegue a pensar que le guste desde ese momento,
pero eso sería una total mentira, un chico con mis facciones y con sobrepeso
nunca le habría gustado al instante.
Yo me gane su corazón cuando me conoció.
El destino hizo de las suyas tantas veces que ya ni siquiera tengo memoria
para recordarlas todas. Desde que viviéramos a dos casas, o el hecho de que
fuéramos a la misma escuela y en las mismas clases, el que la maestra me
pusiera de su tutor para enseñarle lo que ya habíamos visto en clase, el que
nuestros padres estuvieran ausentes por las tardes y el que nos cruzáramos en
varias tiendas... todo se conjugo en una perfecta sintonía que hizo revolotear
mi corazón durante semanas.
Quizás nuestros caminos siempre estuvieron cruzados.
Cuando empecé a hablar un poco con él me di cuenta de que no era lo que
decía ser, en realidad era un poco tímido y era igual de friki que yo. Horas y
horas de videojuegos en las tardes de mi casa lo demostraron. "Pierden
demasiadas horas cuando deberían estar haciendo la tarea" decía mi madre
cuando volvía de trabajar, el pobre de Rubén siempre terminaba mirando hacia el
suelo y jugando con sus manos nerviosamente, y mi madre no tenía otro remedio
que traernos una merienda horas después a modo de hacerle sentir mejor, porque
aunque no lo dijera, yo sabía que él también le había robado el corazón a mi
madre.
Simplemente su acento extraño, sus chistes malos y su soltura a la hora de
intentar entablar conversaciones cautivaron a mi madre y a mi hermana, quizás
hasta a mi padre, pero sin duda el más encantado era yo.
Yo, el chico de anteojos que siempre se trababa a la hora de hablar y que
también hablaba más bajo que una hormiga. Con mucha constancia y perseverancia
logro que hablará un poco más, al menos con él. Fue una pena cuando todo ese
esfuerzo termino en el caño cuando me enamoré de él.
Se molestó, vaya que se molestó cuando mis frases fueron en declive y sus
intentos para hacerme hablar sólo terminaban en miradas. Miradas que ni
siquiera él soportaba a veces. Quizás eso ayudo a que se enamorará de mí,
puesto que entró a una zona en mi corazón donde no le deje entrar a nadie más,
y bueno, él tampoco se quiso marchar.
Me conoció hasta el fondo, y a su vez ocurrió un efecto inesperado.
"Cuando miras a un abismo, el abismo también te mira a ti", aquella
frase en clase de español nos hizo temblar a ambos, y también sonreír al mismo
tiempo en distancias separadas.
Éramos el espejo del otro aun sin estar cerca, y eso lo notaron todos.
Todos excepto nosotros.
En 3 años de escuela nunca me creí de todo el hecho de que él me había
escogido como compañía. Claro que había más personas en nuestro círculo de
amistades, pero lo de nosotros fue distinto, nosotros preferíamos estar juntos
a todas horas, para mí sólo era él, y para él sólo era yo, nunca entendí porque
se quedó conmigo si yo no era un chico especial, no destacaba en los deportes,
ni era el mejor en matemáticas; sólo era yo.
Simplemente yo.
En cambio él siempre fue un cofre de secretos.
Sabía cocinar bastante bien a pesar de su corta edad. Él decía que aprendió
porque no quería morir a base de comida basura que le compraba su madre, pero
yo supe en el segundo verano que pase en su casa que él le tenía una pasión
especial a cocinar.
Era su forma especial de comunicar cuando algo estaba muy bien o
terriblemente mal. Horneaba pastel durante horas sólo para desquitarse y de
igual forma lo hacía para complacer a los que quería.
Creo que nunca consintió en ese sentido a nadie más que a mí, hace algunos
años todavía seguía perdido acerca del motivo de eso, de que llegará a sentarse
a mi lado en las horas libres y me pidiera que por favor probará algo, aunque
después de los primeros 6 meses de hacerlo ya ni lo pedía, sólo llegaba y me
metía un bocadillo a la boca.
Debo admitir que ninguna de sus comidas me supo mal, y eso era porque él
probaba hacer las recetas cientos de veces hasta que le gustaban y entonces me
las daba a probar a mí, queriendo mostrarme sus logros. Sin embargo, también
sabía que era sólo para que su orgullo no decayera, y yo también debo confesar
que nunca fue algo que pensará en siquiera dejar caer.
Apenas supe desde hace un año sus sentimientos por mí.
Yo era un total ciego.
Estaba completamente ciego de amor por él como para no notar que él también
estaba hasta el suelo por mí.
Él era intenso y efusivo, y a la vez transparente, demasiado para su propia
desgracia, aunque no para la mía. Cada gesto suyo no pasó desapercibido para
mí, las piezas se fueron concretando de poco a poco, entre que nunca le agrado
que ninguna chica se me acercara, el que me incluyera en todas las invitaciones
aun si no sabía si yo estaba disponible o no, el que llegará a mi habitación a
pocos segundos de que le decía que algo estaba mal o la constante frase de:
"Amigos antes que las novias", creo que él lo aplico bastante bien.
Demasiado.
Nunca estuvo con nadie en estos 3 años.
Nunca me hizo sentir tontos celos a pesar de que él los sentía por mí por
cada pequeña cosa, y eso le canso, cualquiera lo entendería viendo como sus
silenciosos sentimientos pedían una mínima de respuesta y esperanza. La única
vez que me hizo sentir celos a tope fue cuando una noche de julio se aferró a
una morena alta para bailar mientras me lanzaba miradas provocadoras, no
obstante, de nuevo no fui capaz de demostrárle mis sentimientos de una forma
evidente. Sólo me alejé como un ciervo herido y fui a casa a encerrarme a
llorar al closet.
Le escuche colarse por mi ventana más tarde, yo me había quedado dormido en
ese lugar. Recuerdo con arrepentimiento como maldijo y tiro mi lámpara de noche
al pensar que me fui con otra chica.
Semanas después nuestra relación fue cayendo en caminos separados llenos de
celos irracionales, las cosas sólo mejoraron cuando los besos sin explicación
aparecieron, quedo claro que él era mío y que yo era suyo después del décimo
beso y la quinta mordida.
No teníamos un verdadero título y sin embargo yo lo sentí como mío, y él en
el fondo también me tomo como que yo era suyo.
Todo estaba bien hasta que un viaje lejano se me presento, era el sueño de
mi vida pero se sintió vacío cuando su rostro se desbordo de dolor. Tristemente
las cosas avanzaron su curso natural y yo tuve que partir, él al final me
acepto acompañar al aeropuerto para despedirme, yo le bese con ganas
descomunales aquella tarde fría de noviembre.
Los días transcurrieron sin espera, y ninguno de nosotros dos se atrevió a
llamar al otro. Apenas habían pasado dos meses cuando ya le extrañaba de forma
desesperada, las cosas no fueron bien, porque a pesar de que me enseñó a
socializar un poco, nunca me hice adicto a ningún otro tipo de abrazo, o de
comida hecha en casa, de cosquillas, de sonrojos instantáneos a las miradas
fijas o de sus bellas risas, comencé a llamarle todos los días después de las
8:00 PM porque le extrañaba a morir, él como siempre me recibió con el corazón
abierto.
Su risa aun a través de kilómetros era el verdadero antídoto a horas y
horas de estrés escolar, siempre con una sonrisa para mí aun sí él estaba mal.
Su ánimo no siempre fue perfecto, pero yo siempre lo supe identificar, y nunca
le escuche más apagado que aquellos 3 meses.
Así que tome una decisión, una definitiva. Regrese para desposarle.
Es por eso que estoy frente a él, con una rodilla en el piso y mis
sentimientos en una mano, estoy muy nervioso, tengo demasiado miedo de que me
diga que 'no' enfrente de todos los ojos curiosos que se han posado en mi
después de que por los altavoces se ha escuchado '¿Quieres casarte conmigo,
Rubén?'.
Sé que Alexby me reconfortará aun si las cosas van mal, él fue el que me
ayudó a organizar todo mientras volvía de 13 horas de vuelo, y fue Cheeto quien
condujo a Rubén a través del centro comercial por horas hasta que todo estuvo
listo, y yo hice mi acto de aparición enfrente de él después de un vídeo casero
de nuestros momentos juntos.
Mi otra mano aferra las 24 rosas a mi pecho, las retengo como mi esperanza
de que me diga 'si', pero su rostro se mantiene serio, sigue mirándome y no
muestra ningún gesto. Creo que debería de pararme y salir corriendo de aquí,
debería dejar de estar haciendo el tonto.
Mis ojos se humedecen ante los constantes murmullos del mundo, no soy capaz
de seguir sosteniéndole la mirada. Me siento estúpido, no debería estar
haciendo esto después de estar volviendo de un viaje de 3 meses en los que no
le vi.
Pero en la recta final, antes de que salga corriendo llorando como un bebé,
se lanza a mis brazos y me tira con él al piso mientras comienza a gritar que
'sí'.
Enmudezco y no soy capaz de hacer nada, él actúa por inercia y comienza a
besarme los labios. Resuenan miles de aplausos por toda la instancia, me siento
jodidamente afortunado, no puedo retener las lágrimas, se me escapan sin ton ni
son.
Estoy muy feliz, tanto que me vuelvo valiente y le rodeo con mis brazos
mientras lo siento sobre mis piernas. Le correspondo cada caricia y le devuelvo
cada beso ansioso que reparte por mi rostro.
Se separa unos centímetros de mí y yo me obligo a responder y a ponerle el
anillo. —Eres hermoso. —No puedo dejar de decirle eso mientras lo sigo mirando.
|🍀|
Los días avanzan y no
estoy seguro de que tan bien lo están haciendo, sigo siendo el mismo tonto
cuando se acerca, a diferencia de que ahora no me restrinjo de besarle. El tiempo
se nos escapó de la mano como si fuese agua de manantial.
La preparación de la
boda está haciendo estragos al juntarse con el estrés, debo admitir que parte
de que las cosas estén yendo tan bien es porque nuestras familias ya estaban un
tanto preparadas para esto. Sí, así es, cuando llegamos de la mano y les
mostramos nuestros anillos no parecían tan sorprendidos como esperábamos.
Ah, pero eso sí. Mi
suegra Bente casi casi se está liando a palos con mi madre por cada arreglo de
la boda. Sencillamente mejor les deje ese deber puesto que no quería terminar
muerto antes de mi boda.
El único problema que acapara mi mente son mis votos.
Nunca he sido bueno diciendo mis sentimientos, y ahora es momento para
hacerlo, tengo que decirlos en tres días. Pero el problema es que no sé cómo
comenzar, tampoco es que tenga demasiado tiempo.
—Puedes escribirlo. —Me recomienda mi padre mientras me ve enfrente del
espejo intentando hablar, hasta ahora fue lo mejor que pensé en hacer, mirarme
y decirle todo lo que siempre quise decirle, pero simplemente no puedo hablar.
Lo que me acaba de proponer es una buena idea, ya que no soy tan malo
escribiendo, pero para eso tendría que tener algunas horas. Mi padre sabe
interpretar lo que pasa por mi cabeza. —Yo me encargo. —Murmura antes de salir
corriendo de la habitación y encerrarme con llave.
— ¿Qué haces?—Preguntó al borde de la histeria, se supone que debería estar
con Rubén en 1 hora para ver lo de la cena.
—Separarte del mundo, sino nunca vas a escribirle lo que en verdad sientes.
Te he dejado suficientes hojas para que puedas plasmar tus sentimientos en
ellas. —Miro hacia la mesa y compruebo que es cierto, hay miles de hojas y al
menos 5 plumas de tinta oscura.
— ¡Pero tengo demasiados asuntos que atender! ¡Me casaré pronto!
—Nada es más importante que le digas lo que sientes por él, lo entenderá, y
ya me lo agradecerás. ¡Ahora ponte a trabajar en esos votos matrimoniales!
No tuve más remedio que hacer caso. La luna fue mi fiel confidente dos
noches, mientras la tinta se deslizaba sobre el papel con mis sentimientos
descritos en más hojas de las que hubiera esperado.
¿En verdad me guarde tanto durante todos estos años?
|🍀|
La espalda me dolía y
mis lentes estaban fuera de mi línea de visión, no estaba muy seguro de donde
estaban, de lo único que estaba consiente era de mi mejilla pegada al papel
mientras me sacudían levemente.
—Tienes que
levantarte, Rubén te necesita. —Me avisa mi padre mientras sigue removiéndome,
basta escuchar su nombre para que salte de mi lugar como resorte y mis nervios
comiencen a responder en mil sintonías distintas. Los pies me fallan pero logro
estabilizarme, logro visualizar entre penumbras mis lentes, —están en el
suelo—, los recojo y luego me los pongo. Noto la mirada de mi
padre puesta sobre los escritos. — ¿T-tu escribiste todo esto?—Pregunta
conmocionado, yo asiento mientras siento mis mejillas tibias.
— ¿Crees que sea
demasiado?
— ¿Demasiado? Oh, no
hijo. El demostrar amor nunca es demasiado, es lo que mantiene al mundo
corriendo, sólo que no pensé que... bueno, escribieras tanto. — ¿Me dejo dos
días aquí y esperaba menos? Yo esperaba más sándwiches de los que trajo la
última vez. — Ni siquiera yo... como sea, olvídalo. —Sacude su cabeza
intentando recordar lo importante. —Tienes que ir a buscar a Rubén.
— ¿Qué paso con él?—Mi
padre forma una fina línea con sus labios y estoy seguro de que no es nada
bueno cuando mira hacia la puerta para que intentar decirme que salga. No me la
pienso demasiado y huyo de la habitación.
Veo que el día va como
a la mitad en cuanto cruzo la puerta, lo cual resuelve el leve gruñido de mi
estómago por comida.
Me quedo en el balcón
y comienzo a buscar con la mirada a mi futuro esposo, no logro percibirle en mi
rango de visión y mejor decido bajar del segundo piso del que me encuentro.
Comienzo a preguntar entre los empleados que contrataron para el evento y
ninguno de ellos me sabe resolver la respuesta. De hecho me miran
bastante raro.
Comienzo a estresarme,
y cuando estoy a punto de volverme loco aparece Bente a lo lejos, sin pensarlo
me acerco. Llego a su lado corriendo, y a pesar de que su rostro se ve un poco
molesto desde lejos, al verme llegar sus facciones se reducen a una autentica
preocupación.
—Dios mío, Miguel. Tu
padre me dijo que estabas haciendo algo importante pero, dios, que pintas
llevas. ¿Por qué traes la misma ropa que antier? ¿En qué tardaste tanto?
—Y-yo, y-yo estaba
escribiendo mis votos. —El calor de mis mejillas aumenta considerablemente
cuando me mira con ternura. — ¿Sabe dónde está Rubén? —Ella abre los ojos
fuertemente y luego comienza a hacer gestos apenados.
—Oh, él... todavía no
le encontramos. —El aire se me escapa del pecho, dejándome vacío. Fue como un
golpe limpio.
— ¿C-cómo que todavía
no le encuentran? Pues... ¿A dónde se fue? ¿Me dejará plantado?—Pregunto casi
al borde de soltarme a llorar. Moja sus labios antes de atreverse a
contestarme.
—No, Miguel, no te
preocupes. Lo que sucede es que él estuvo buscándote estos días y no te
encontró gracias a nosotros. Tu padre dijo que era importante que estuviéras a
solas y creo que lo cumplimos... demasiado bien. Mi hijo pensó que te
arrepentiste de casarte con él y bueno... huyo a caminar. —Veo que en sus ojos
que no me está diciendo todo, como por ejemplo desde hace cuánto salió a
caminar, pero no me atrevo a indagar más.
Mi visión se torna
borrosa al pensar en que me dejo, la sola idea me aterra ¿Será que me precipite
demasiado al pedirle matrimonio? ¿O es acaso que no me ama lo suficiente para
esperarme? ¿Alguna duda habrá nacido en su corazón para dejarme de esa forma?
Las preguntas no se detienen, y yo no tengo respuesta para ninguna.
No soy ni consiente de
cuando soy llevado a una silla para no desbórdame en el suelo, sólo caigo en
cuenta de que mi padre se encuentra a mi lado, pero yo sigo perdido.
—Él también estaba un
poco estresado, al igual que tú, así que por favor no te pongas mal. Seguro que
vuelve antes del anochecer, no te preocupes por favor. —Pide Bente con
amabilidad, pero yo no soy capaz de responder ninguna petición o incógnita,
sólo pienso en él y en qué debo hacer algo.
No me la pienso mucho
y me levanto sin darle explicaciones a nadie, me dirijo hacia la zona de donde
venía ella y comienzo a correr sin espacios.
Logro percibir a mi
madre cuando pasa a mi lado, pero no me detengo y sigo moviéndome. Minutos
después piso una piedra y caigo, apenas y alcanzo a meter las manos, es una
suerte que nadie estuviera a mi lado para ver mi torpeza.
La idea me entristece,
Rubén se habría reído y luego me habría ayudado. Comienzo a plantearme una
solución mejor que estar corriendo como tonto por el bosque, de seguro que me
pierdo.
Lo que me lleva a
recordar que no me perdería si estuviera con él ya que él conoce la zona. Es
una ventaja de que estemos en terrenos de su abuela, pero a su vez no es tan
bueno porque mi memoria es un asco para la geografía.
Rebusco en mi memoria
los sitios que recorrimos la primera vez que vinimos el verano pasado, segundos
después caigo en cuenta de que lo más seguro es que este junto al lago que está
medio escondido en la propiedad. Aquel que encontramos de casualidad.
No estoy muy seguro de
cómo llegar, pero no me devuelvo para preguntarle a nadie. Me levanto del suelo
y comienzo a andar a un paso más normal, de todos modos no esta tan lejos.
La naturaleza me
relaja mientras paso a través de ella, me dejo guiar por mi instinto a pesar de
que el atardecer se avecina y yo no veo muy bien en el ocaso, pero aun así no
me detengo.
Atravieso la mata de
plantas que pasamos la última vez y después de andar unos pasos, comienzo a
escuchar como hay agua que fluye cerca, corro hacía donde mis sentidos me
indican y es cuando le veo.
Está a mitad del lago
haciendo plancha y mirando hacia el cielo. Un alivio me inunda de la cabeza a
los pies, no puedo evitar soltar un suspiro agotado, para mi desgracia él me
escucha.
Se voltea hacia mí y
luego se queda mirándome un largo tiempo, mis ojos angustiados se encuentran
con los suyos, y soy capaz de desglosar lo que estos contienen, poseen miedo y
tristeza. Es evidente que ha estado llorando. La idea me estruja el pecho de
maneras finitas.
No quiero presionarle,
pero quiero que salga del agua y se hunda en mis brazos. Él sigue en el agua y
pienso que es como una señal abierta para que entre por él, pero cuando estoy a
punto de deshacerme de mi ropa, él se aproxima de regreso a la orilla.
Como ya dije, no soy
bueno para las palabras, y cuando se posó enfrente de mí, sólo fui capaz de
regalarle silencio y una mirada llena de emociones revueltas. Me mira en espera
de que haga algo, pero sólo le contemplo en silencio, ha dejado su ropa a un
lado y se encuentra únicamente en boxers.
Mi pulso aumenta y las
cosas desaparecen a mí alrededor cuando junta su frente con la mía y recarga
sus húmedas manos sobre mis hombros. Me quedo expectante de su beso, pero lo
único que percibo es que se aleja y me deja ahí con los ojos cerrados. Cuando
los entorno de nuevo, noto que está comenzando a cambiarse, parpadeo un par de
veces aturdido por el momento, siempre es bueno robándome el aliento.
No estoy seguro de que
deba ponerse la ropa cuando su cuerpo sigue mojado, de hecho veo que su camisa
se humedece en cuanto entra en contacto con su piel.
— ¿Por qué me has
venido a buscar? —Junto mis cejas en evidente confusión cuando pregunta eso, es
obvia la razón.
— ¿Será porque me
importas? —Las palabras salen más bajo de lo que espero, pero alcanza a
escucharlas porque al ambiente de alrededor es silencioso. Veo una mueca de
estrés en su semblante mientras sigue cambiándose.
—Si te importo tanto
¿Dónde estuviste estos dos días? —Las palabras no me salen, y justo de esto
escribí anoche, de que de seguro que no durmiera con él traería problemas. Si
de por sí, el que nos hicieran dormir separados nos estaba desquiciando a ambos,
muy a cuestas me colaba por su ventana en la madrugada para míseras horas de su
contacto cálido. Tampoco ayudó el que nos hayan puesto al pequeño Isaac para
que nos cuide de no estar besándonos. Me quedo más tiempo en silencio de lo que
debí por andar metido en mis memorias, y eso le da oportunidad de que piense en
otras cosas. — ¿Te has arrepentido de casarte conmigo? —Pregunta en un tono
resentido, me sorprende escuchar como la voz se le rompe mientras lo pregunta,
su rostro se contrae en una mueca como si fuera a llorar. Si tenía siquiera una
palabra, esta se esfumo, al verle de este modo me deja fuera de jaque.
No se espera ante mi
respuesta y comienza a caminar creyendo con convicción en su mente que la
respuesta es sí. Le sigo detrás sin pensarlo. Cruza la mata de plantas y me la
lanza después con coraje, la detengo a centímetros de que ésta me azote.
—No. —Respondo tarde,
ni siquiera se voltea para verme. La situación se me está yendo de las manos,
tengo que ser firme esta vez. — Te he pedido que te cases conmigo, ¿Por qué
piensas que me he arrepentido? —No responde al instante como el vil orgulloso
que es.
—No estabas ahí,
simplemente si te importo hubieras estado ahí.
—Hice otra cosa aún
más importante. —Se detiene a mitad del camino y yo choco con él por ir
mirándole los pies. Cuando elevo la vista me fijo en que su rostro luce más
dolido que antes, oh por dios ¿Por qué soy tan malo con las palabras?
— ¿Hay algo más
importante que estar conmigo? —Niego con rapidez, él se desespera al verme sin
hablar. — ¡Contéstame con la voz!
—No. No hay nada más
importante que estar contigo.
— ¡¿Entonces dónde
estabas?! —Sus pies se mueven con inquietud sobre el pasto, siento que le estoy
perdiendo y no soy capaz de decir nada, soy malo con las palabras y siento que echaré
todo a perder si hablo. — ¡Parece que soy el único al que le importa la boda!
—Eso es mentira, a mí
también me importa. Por favor no te estreses por eso, te prometo que hay una
respuesta para lo que preguntas, pero se supone que debería ser una sorpresa y
yo no debería...
—Habla más despacio,
por favor. —Interrumpe mi frase atrabancada, palmeo mi rostro con estrés, me
cuesta demasiado hablar y cuando por fin lo digo, lo digo mal. —Ay, ¿Sabes qué?
¡Olvídalo! —Sus pasos se reanudan, pero esta vez son más rápidos, comienza
correr porque quiere alejarse de mí.
—Espérame Rubén, por
favor hablemos. —Desde lejos escucho como se ríe sin gracia.
— ¿Hablar dices? ¡Pero
si nunca has sabido hablar!—Sus pasos continúan, y muy apenas le puedo seguir.
Sus palabras me hirieron y por varios minutos no soy capaz de articular ninguna
palabra. Duda algunos segundos en seguir caminando cuando nota que he dejado de
intentarlo, sin embargo al final no se detiene, y yo comienzo a escuchar algo
parecido a un sollozo minutos después.
No digo nada, ¿Qué
puedo decir cuando eso es verdad? Aun si le adoro con todo mi corazón, nunca he
tenido las palabras necesarias para comunicarle mis sentimientos, lo nuestro
siempre se ha basado en lo que creemos y lo que hemos dejado que suceda, y eso
a la vez está matando esto, está pensando que no le quiero cuando estoy
muriendo de amor por él.
Vislumbro a lo lejos
la casa, él aumenta la velocidad de sus pasos, y esto lo interpreto como mi
última oportunidad. El tiempo se me agota, lo sé, lo he visto mientras mis
padres y los suyos han escapado hacia el balcón, nos han dejado solos, no hay
nadie alrededor. Está a punto de entrar a la casa cuando tomo una fuerte
bocanada de aire y el coraje para decir lo siguiente.
— ¡Te amo! —Gritó en
un intento desesperado de hacerle recapacitar, los ojos se me hacen agua y
estoy decidido a dar lo que me queda para que se quede conmigo. Se detiene de
igual forma y se voltea hacia mí, su semblante no denota ningún gesto, pero las
lágrimas que surcan por sus mejillas me hacen saber sus sentimientos, que tiene
sentimientos por mí. — ¡Te amo como nunca he amado a nadie! —Mentí, él era el
único al que había amado, y también era el último al que amaría. El rumbo para
el que estaba yendo todo estaba a punto de desmoronarme la vida.
— ¿Es por eso que
quieres casarte conmigo? —Pregunta en un tono abrumado, suena rasposo por el
nudo que se le formo en la garganta. Pero no, ese no es el motivo por el que lo
quiero hacer. Todo sería más fácil si tuviera mis tarjetas, los nervios están
consumiéndome tortuosamente.
—No. —Alcanzo a
balbucear, acomodando de poco a poco lo que quiero decir. —Es más que eso, lo
sabes.
—No, no lo sé. Nunca
me has dicho nada, no puedo saber lo que pasa por tu cabeza ahora. Te has
distanciado y siento que no te conozco.
— ¿Cómo puedes decir
eso? Soy el mismo. —Me intento acercar un paso pero él retrocede otro. Estoy
cayendo a sus pies... —Siénteme, soy el mismo...
— ¿Seguro que eres el
mismo? El Miguel de antes nunca me habría dejado solo ni un segundo.
—Por favor, detente,
en verdad no sabes lo que estás diciendo.
—Lo sé, sé que hay
algo detrás de eso, pero necesito que me digas que es. Puedo tirarme a
quemarropa por ti, pero necesito que me lo digas, que me hagas saber que hay en
tu corazón.
—Tú eres lo único que
está en mi corazón. —Suelta un respiro ahogado, y es porque nunca he sido tan
directo. Su mirada se suaviza y sé que voy por buen camino. —En verdad te amo,
aun si mis demás palabras son sosas, esa es la única verdad que necesitas
aprenderte de memoria.
—Necesito las demás
palabras, me voy a casar contigo y la primera vez que te he escuchado decirme
te amo ha sido hace unos minutos y...
—Eso es mentira. —Le
interrumpo, negando mientras miro hacia el suelo. Las palabras que no he podido
decir antes están fluyendo, me está costando pero lo están haciendo y es lo
único que importa. Elevo la vista y me encuentro con sus ojos expectantes ante
las palabras que voy a confesar a continuación. —Te lo he dicho cada que he
podido, cada que estabas dormido conmigo en casa, o cuando fuimos de
campamento, también antes de irme de viaje a Francia, pero tu frecuencia es más
alta que la mía, nunca me has escuchado. Sé que a veces mis actos no son
suficientes para demostrarte todo lo que significas para mí.
—Ese es el punto,
justo ahora necesito todas esas palabras y todos esos secretos que has guardado
para mí durante todo este tiempo. Te amo con todo mi corazón y por eso estoy
aquí, por eso he aceptado casarme contigo a pesar de todas las dudas que tenía
en mente, lo he hecho por ti. Pero por favor, te suplico que me digas todas las
razones de porque te quieres casar conmigo.
No tengo palabras,
nunca fui bueno con las palabras y ahora que más las necesito aparecen de forma
imprudente y desordenada en mi cabeza, supongo que tendré que arreglármelas
como pueda. Tomo un gran suspiro y me preparo para confesar todo lo necesario.
Pero justo antes de que lo haga, mientras le miro a los ojos, empiezan a caer
papeles del cielo.
Uno tras otro, no se
detienen, llenan el aire y acaparan de un segundo a otro toda su atención. Miro
lo que cae y logro percibir que son mis votos.
Mis ciento ochenta hojas de votos escritos a manos.
Revolotean en el aire como plumas de ave, se deslizan con tanta delicadeza
en la brisa cálida que me cubren la vista de poco a poco. Rubén mira extrañado
lo que sucede, pero de igual forma se dirige a tomar una y la comienza a leer.
Elevo la vista y alcanzo a divisar las manos de nuestros padres mientras
siguen lanzando las hojas por el aire. Una pequeña sonrisa se extiende por la
comisura de mis labios, creo que tengo los mejores padres y suegros del mundo.
— ¿S-son tus votos? —Pregunta Rubén con voz trémula. Concentro mi atención
en su rostro y asiento despacio, regalándole una tímida sonrisa. Cubre su boca
con la palma de su mano mientras sus ojitos se terminan de ahogar en lágrimas,
ya no soy capaz de mantenerme lejos. Las piernas me tiemblan, pero aun así
dirijo mis pasos hasta donde está, él no retrocede y mis pasos se tornan
valientes.
La distancia se acaba entre nosotros.
No soy capaz de resistirme a besarlo mientras su rostro luce así de bello a
la luz tenue del ocaso, nuestros labios se encuentran en un fino contacto lleno
de sentimientos y necesidad, no me mantengo al margen y degusto cada rincón de
su boca, me deshago de placer mientras muerde mi labio inferior con
persistencia. Me vuelvo posesivo y tomo de la cintura para acercarlo más a mí,
mi respiración se descontrola, sólo soy capaz de aferrarme a sus labios como si
fuera mi única religión.
Sus manos me rodean el cuello y desfallezco al sentir sus suaves dedos
presionando mi nuca. El roce importuno de caderas juntas propicia pequeñas
descargas a mi cuerpo y me calienta hasta el borde del abismo. Sin embargo,
justo antes de perderme y querer dedicarme a corromper algunas reglas, un
chorro de agua me moja la espalda.
Rompo el beso y miro hacia lo que me mojo, noto a mi primo de 8 años con
una pistola de agua.
— ¡Isaac! —Le reprendo, él pequeño sale corriendo. Escucho a mi prometido
soltar una risa por lo bajo, devuelvo la vista hacia él y lo encuentro con una
sonrisa radiante. Creo que me le quedo mirando de nuevo por más minutos de los
que debería.
— ¿Por qué siempre te me quedas viendo? —Pregunta mientras él me sujeta por
la columna. Rozo mi nariz con la suya en un beso de esquimal y luego deposito
un suave beso en sus labios.
—Porque me dejas mudo.
—Lo noto. —Comenzamos a danzar en una suave melodía inexistente. Me
propongo narrar un poco más sobre lo que en verdad significan mis palabras.
—Sé que a veces parezco un tonto al mirarte demasiado tiempo, pero es
porque eres demasiado hermoso. —Un sonrojo nace debajo de sus pómulos, soy
consciente de que es mi oportunidad para robarle más que un sonrojo. —Prometo
que te demostraré con amor lo que significa cada palabra dentro de esas hojas
que yacen en el pasto.
— ¿Más que palabras?
—Cada día un poco más que palabras. — Miro los hoyuelos que tiene en las
mejillas y me dirijo a besar cada mejilla, bajo un poco hasta el mentón y
planto un suave beso en la zona. Nuestros labios se encuentran en un beso con
sonrisa prolongada.
Sin dejar de soltarse, le tomo de los muslos y lo elevo del piso para
comenzar a darnos vueltas por el aire, un par de risas nos siguen a los
minutos.
Veo a nuestros padres en el balcón pero aun así no me detengo y sigo
haciéndole sonreír, deposito en beso en su cuello y una risa extraña se escapa
de su garganta.
En ese segundo, mientras nuestros padres nos ven, me hago la sincera
promesa de hacerle feliz el resto de mis días.
Aun sí utilizo más que palabras, o no.
_______________
Derechos de autor con código de registro: 1707202998782
No hay comentarios:
Publicar un comentario